lunes, 10 de enero de 2011

Enredos

Natalio está enamorado de Manuel. Eso es así, tan definitivo, tan certero, que no hay nada que yo pueda hacer. Y a veces me da bronca. Me molesta que sea así y que no pueda hacer nada. Lo llamo por teléfono y Natalio no hace otra cosa que hablarme de Manuel, de lo lindo que es, de lo que hicieron hoy, de lo feliz que lo hace estar con él. Es evidente, Natalio lo ama. Pero no estoy tan segura de que Manuel sienta lo mismo por él. Manuel es ambiguo, parece que le da lo mismo estar con Natalio que con Clarita. Y Clarita también lo quiere, lo busca. Clarita es tan linda, tan blanca, tan chiquita, tan decidida cuando se acerca a Manuel, pero tan miedosa con Natalio. Manuel se divierte con Clarita. Y a mí me gusta verlos juntos, hacen una linda pareja, casi perfecta. Pero en el medio Natalio, que se empecina en demostrar que Manuel lo quiere a él y a nadie más. Y yo, que basta de hablarme de Manuel todo el tiempo, que no me interesa, que no me importa Natalio, terminala.

Pero cuando los veo juntos, a Natalio y a Manuel, cuando los veo mirarse, con los ojos clavados el uno en el otro, cuando lo veo a Natalio acariciarlo, quererlo, me da tanta envidia porque yo nunca tuve un amor así, tan puro, tan sincero, porque me gustaría y no me dejan tenerlo. Pero reconozco que cuando lo veo a Manuel me saca una sonrisa, un poco me gusta, pero ni loca se lo digo a Natalio, no vaya a ser que se dé cuenta de que a mí también me gusta Manuel. Reconocer que Manuel se hace querer, que dan ganas de besarlo y de acariciarlo todo el tiempo, reconocer eso, jamás. Pero un poquito me gusta, es verdad, qué le voy a hacer. Me acuerdo de la primera vez que lo vi, cuando llegó a la casa, con sus ojos verdes profundos, tan chiquito, tan débil, tan gris y negro, tan lindo gato, Manolito.

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